lunes, 31 de agosto de 2009

Máximas y mínimas

Diálogo relativista...

Diálogo con mi hijo Luca (3,5 años) ayer en el baño, cortina de la ducha de por medio.

Yo: "... ya no se donde vamos a parar si esto sigue así, con tanto calor... el tiempo está loco"

Lu: "y el espacio también, papá, el espacio también..."

Yo: "... ... ..."


Madrid, 31-08-09

miércoles, 26 de agosto de 2009

Ahora que ya no

Ya no estás.
Te fuiste sin avisar, sin pedir permiso
(ella no precisa coartadas, ya sabemos).
No hubo avisos. No hubo indicios.
Solo la puta despedida de mierda,
sin palabras, ni miradas, ni sonrisas,
cada cual parado en su cornisa.

Y te llevaste parte de mi mundo,
de mi ser, de mi cosmogonía.
No se dónde. Yo no se adonde
(¿es que acaso importa?).
No dejaste ni un rastro, ni una seña, ni una pista,
no ha quedado nada de este lado de la línea.
(a no ser por esas lágrimas chiquitas
esas migas de calma, esas malditas.)


Ecos de palabras y de risas,
de cantos, de cuentos, de poemas.
Ecos de chistes y jocosidades varias.
Ecos de retos, consejos y peleas.
Ecos chuecos, ecos huecos, ecos secos.
Tan sólo ecos, tan sórdidos ecos.

E imágenes.
Opacas, turbias y alcalinas,
dilatadas, nubladas y borrosas.
Confusas, distantes, peregrinas.

Y el drama.
Los sueños de ahora y los de antes.
Y el destino con su trama que me acecha,
que se cuela en mis entrañas, entre mis ganas.


Caprichosa,
tu ausencia me visita,
me acompaña, me viste y me lastima.

Me jala, me acorrala, me vacía.
Me acosa, me arrincona, me margina,
me abochorna, me crispa, me calcina.
Pero no siempre, no siempre, algunos días.

Tu ausencia retumba en mi cabeza,
y horada mi escuálida esperanza.
Tus recuerdos, en cambio, me sustentan.
Me fraguan, me cimentan, me acarician.

Desazón, tristeza y agonía,
pena, clamor, rabia y dilemas.
incertidumbre, ira y apatía,
Desasosiego, confusión y cobardía.

Como un vacío lleno de ti.
Como una daga temblorosa y taciturna,
Una espina interior profunda y queda,
una herida a la vez ajena y mia.


Ahora que ya no estás a mi lado,
ahora que creo que no estás en ningún lado,
quiero decirte sin que te enojes,
que hoy escucho tus palabras más que nunca.
Que te perdono, que te exonero,
que te quise y no te quise,
y que te quiero,
y que a fin de cuentas,
por fin, te he comprendido.
Que ya se, que ahora si, que estoy tranquilo.

Y que me guías...
(que aún así yo se bien que tu me guías)

por Ricardo Podestá

sábado, 8 de agosto de 2009

El gol de su vida

Bueno, para todo hay una primera vez. Aqui pongo mi primer relato/cuento corto. Para el debut, fútbol!

Lo escribí el 23 de abril en Madrid. Fue leido en un programa de radio de mi Villa María natal hace poco, pero no me pregunten por mas detalles. Finalmente me decidi a compartirlo, porque el blog venia un poco flojo. Humildemente, creo que este cuento es un golazo!

Aca va la versión original, que aguarda por una corrección. Mil perdones..


EL GOL DE SU VIDA

Pato juega al fútbol. Pero eso no es decir demasiado. El vive y siente el fútbol como nadie. Sencillamente, Pato ama al fútbol con alma, pasión y vida. Ya desde chico, desde muy pequeño, siempre sintió una atracción irrestible por la redonda, atracción que fue mutua y que aún persiste. Y no hay persona del pueblo que no lo recuerde siempre con una pelota en sus manos o en sus pies. Pato tenía de pequeño un sueño... cuando fuera grande quería ser goleador. De cualquiera equipo, eso era lo de menos, pero goleador...

Pato juega al fútbol en el club local, el Atlético, a secas. El equipo más viejo de la región, pero con menos títulos en sus vitrinas. "Eso no importa'', decía siempre que se lo recordaban, "lo que vale son los colores, los sentimientos, el amor por la camiseta''. Así sentía el fúbtol nuestro Pato, con simpleza pero con intensa y genuina devoción.

Aprendió a jugar como aprendimos todos. Tardes enteras jugando en el campito, decenas de pares de zapatillas gastadas de patear cuanta piedra, palo o botella encontrara por las calles. Largas siestas jugando a "el-que-mete-el-gol-va-al-arco'', "al caño'', al "loco''. Luego, vinieron las inferiores y con ella los amigos y los asados. Más tarde, llegó la época de la reserva y la primera novia. Y por fin el debut soñado en primera, con tan sólo 18 años.

Un dato curioso para los que gustan de las estadísticas: Pato debutó en primera sin haber convertido jamás un gol. Pero no en reserva o en infantiles. No señor, lo que le quiero decir es que nunca, pero jamás, hizo un gol en el campito, en la escuela, en los cumpleaños. Nunca, nada. Lógicamente, Pato cargaba con esta enorme frustración, pero estaba convencido de que podría ponerle fin cuando fuera profesional. Quizás con un poco de entrenamiento, un buen técnico, unos consejos bien dados y, porqué no, un toque de suerte, la cosa resultara. Condiciones tenía. Y muchas. Su sueño ahora era ser goleador del Atlético.



Como dijimos, nuestro muchacho hubiera querido ser goleador, pero por esas cosas del destino, siempre jugó de 4. No se puede decir que no lo intentó. Probó de 9 y de 11, de 10, más tarde de 5, hasta que terminó en su puesto, de 4. Es que jugando de lateral derecho, este zurdo la rompía!! Y esto yo me lo veía venir, eh. Me acuerdo una vez cuando eramos chicos, que jugamos un picado, un desafío entre barrios, muy común por aquella época. Cuando se paraba de "pesquero'', se cansaba de errar goles, no tocaba ni una, no le salía un pase como la gente, una gambeta, nada. Un verdadero desastre. Pero ojo, eh, no se confunda. Pato era un jugadorazo de aquellos, un señor jugador con todas las letras. El mejor jugador que vi en una cancha. Apenas se retrasaba un poco ya agarraba más confianza, más seguridad. Y bastaba con que se fuera a jugar de 4, puesto del que renegaba, para que le salieran todas, para que empezara a desplegar su talento.

Y esto que les cuento lo vieron todos los técnicos que tuvo en su carrera, aunque con cada nuevo DT el insistía en jugar de 9. Pato era un lateral sencillamente increíble, inexpugnable. Tenía una calidad asombrosa para salir jugando prolijo, armando juego, o simplemente gambeteando rivales bien pegado a la raya. Rechazaba con solvencia cuanta pelota se cruzara por su camino, quitaba limpiamente y con elegancia, ganaba arriba y abajo, asistía a los mediocampistas con precisión. Los delanteros rivales se resignaban rápidamente a su marca. Además, no era de pegar y jamás le sacaron una tarjeta roja. Alguna que otra amarilla cada tanto por protestar, pero nada grave. Jamás hubo un incidente que recordar. Y sin embargo, con cada nuevo técnico del Atlético, Pato intentaba jugar arriba...

Poco convencido, comenzó a jugar de 4 en el primer equipo del rojiverde y se convirtió rápidamente en capitán, para luego, con los años, transformarse en el ídolo máximo e indiscutido del club. Además, él era muy querido por todos, por grandes y chicos por igual. "Tiene un carisma muy especial'', decía Doña Elva, su madrina y vestuarista del Atlético, y agregaba "este pibe tiene ángel''.

Pero a pesar de su exitosa carrera, Pato seguía sin convertir un gol. Nunca dejó de soñar en marcar goles, pero con el correr del tiempo fue cambiando su sueño por otro más cercano, más asequible. Ya no deseaba ser goleador,ahora soñaba con convertir un gol. Dada su edad y trayectoria, Pato sentía ya que con un sólo gol le alcanzaría para llenar su alma, para llenar ese vacío que durante años lo había venido persiguiendo, y que empezaba a atormentarlo por las noches. Y Pato lo buscaba con ansias. Era un lateral con llegada. Pateaba bien de lejos. En los corners subia a cabecear. Siempre estaba cerca. Alguien sugirió que patee un penal. No sería lo mismo que marcar de jugada, pero un gol es un gol, y más si es tu primer gol. Nada más inútil. Pato llevaba errados ya 17 penales seguidos cuando se atribuyó esto a un maleficio de los hinchas de Defensores, por lo que Pato desistió de ejecutar penales para siempre. Llama la atención que haya errado todos los penales, pues el era muy, pero muy preciso en los pases, casi milimétrico diría yo. Creo que su error fue hacerle caso al técnico que siempre le decía "apuntá al palo derecho del arquero''. Y le dió 17 veces al palo...

El año pasado, Pato fue elegido el mejor jugador de la historia del Atlético mediante una encuesta que organizó la prensa local, aunque en ella votaron como mínimo 2 veces cada persona del pueblo. Pero él, en lugar de disfrutar de este logro como cualquiera hubiese hecho, se recriminaba que en los 857 partidos que jugó con la rojiverde, jamás marcó un gol.



Pato se retira hoy, después de 19 años de profesionalismo. Eligió el partido contra Defensores, el clásico rival del pueblo vecino, porque además con ese partido se definía el campeonato. Pato sabía que para él todo iba a ser una fiesta, independientemente del resultado. Claro que si ganaban iba a ser sublime, mágico, inolvidable. Sabía que estaban todos sus familiares, sus amigos, sus compañeros de toda la vida en la tribuna, sentados en las gradas con carteles, para acompañarlo en ese momento tan especial de su vida. Y por supuesto, también estaba la hinchada de su querido Atlético, incondicional, la que nunca dejó de alentarlos, llenando todo el estadio, que estaba a punto de reventar.

Hasta poco antes del partido, este estupendo 4 tenía dos sueños. Salir campeón con el Atlético y marcar un gol. Y sabía que ambos eran muy difíciles. De hecho, hacía 19 años que no conseguía cumplir con ninguno.

Y llegó la hora de la verdad. Los equipos salen a la cancha. Lo de siempre, lo típico: bocinas, papelitos, gritos, fotos para el diario. Pero no alcanza con contarlo, había que estar ahí para sentir el clima que había. Defensores era el favorito como siempre y todos sabían que con el empate Defensores sería el campeón. Pero ganarles tampoco era algo imposible, si bien hacía 23 años que no les vencían. "Al menos jugamos de local'', pensó Pato justo antes del sorteo. Cara, "el arco que da a las vías, y que saquen ellos nomás'', dijo. Se saludaron con el árbitro y el capitán de Defensores y comenzó la tan esperada final.

Con el correr de los minutos el partido se puso cada vez mejor, de trámite intenso, vistoso, bien jugado por ambos equipos, con netas llegadas en los 2 arcos, pelotas en los postes y porque no, algo de juego brusco. Sólo faltaban los goles. En las tribunas había un clima cada vez más espectacular y encima nuestro homenajeado estaba jugando un partidazo. La hinchada del Atlético saludaba cada intervencion suya con un estridente "Patooo, Patooo" que retumbaba por los 4 costados de la cancha. Y hasta la tribuna visitante le aplaudía de vez en cuando, como por ejemplo cuando salvó un gol en la línea haciendo "el escorpión'', o cuando le tiró un caño al referí.

Sin embargo, Tato, el comentarista tartamudo, estrella de las transmisiones deportivas de la región, fue el primero en señalar que algo extraño sucedía con Pato, "l-lo n-no-to r-ra-ro a-al Pato, l-lo n-no-to'', dijo.

El partido tuvo de todo, y se jugó acorde a las circunstancias, como se lo merecía la gran final que era. Con ímpetu y coraje, con fuerza y corazón, con fútbol y garra, como deben jugarse estos partidos. Las emociones pasaban de un lado al otro de la cancha con cada ataque y cada contraataque. Sin embargo, a medida que avanzaban los minutos, los hinchas del Atlético comenzaron a sentir una gran desazón, que ya parecía trasladarse dentro del campo. Iban ya 80 minutos de juego, y todo parecía encaminarse a un empate en 0, con lo que Defensores se alzaría con el título por tercer año consecutivo. Título que había sido esquivo para el Atlético ya que no lo ganaba desde el 89', un año antes que debutara aquel flaquito Patricio Bermúdez, nuestro querido "Pato''.

-- "T-tí-pico p-pa-r-r-ti-do d-del que ha-hace-el g-gol g-ga-na'', dijo el relator convencido de su total sabiduría. Y en una de esas... a los 87 minutos, faltando sólo 3, cuando ya el partido se moría y nadie lo esperaba, el negro Ramírez, el esforzado y tosco mediocampista con la 5 en su espalda, tras una serie interminable de rebotes en el área chica de Defensores convierte el gol de rodilla para Atlético. El estadio entero estalló de júbilo y alegría. Los tablones temblaron como nunca y parecía que se venía el mundo abajo. Y se desató la locura en las gradas locales, el delirio se apoderó de todos los hinchas del Atlético. Y no era para menos, mi amigo. Iban a ser campeones después de 20 años y nada más y nada menos que ante su clásico y glorioso rival, sus verdugos de siempre.

-- "L-lo- n-no-to- e-ex-traño a-al Pato, r-ra-ro l-lo n-no-to'', insistió el comentarista desde la cabina cada vez más nervioso (Pato era la única palabra que Tato podía pronunciar sin tartamudear).


Y de repente, un corner. Un corner más, como cualquier otro, en tiempo de descuento ya. Y a Pato que se lo veía quieto, pensativo, como ido... Centro llovido, nada especial. Y Pato que parece despertar... Pato, que estaba en el área, vió venir la pelota y tuvo una visión relámpago, un destello fugaz. En un chispazo, Pato vió la imagen del gol proyectarse en su cabeza. Vió venir la pelota cayendo sobre él y despertó de golpe, la paró de pecho, la durmió en su zurda exquisita, eludió a 3 rivales con un par de amagues y una gambeta endiablada. Alzó la vista y vió que había 2 ó 3 jugadores de su equipo solos frente al arquero. Están ``en orsai'' pensó y decidió terminar la jugada el solo, algo impropio de él. Y decidido ya, encaró al arquero que le decía no se qué cosa. Era el último obstáculo para su sueño. A medida que avanzaba, el estadio comenzó a enmudecer y aumentó la tensión. Nadie podía creer lo que estaba por suceder. El arquero intentó desesperado tapar el remate mientras le gritaba cada vez más fuerte... pero fue inútil. Pato estaba ya en un trance. Se frenó, y con un suave toque, una delicadeza digna de un crack de otros tiempos, Pato clavó un golazo al ángulo, de emboquillada, por arriba del arquero. El estadio entero vió de pie, incrédulo, en silencio sepulcral, como la redonda cruzaba suavemente la línea de gol, girando, hermosa y radiante, entrando en el rincón donde tejen las arañas, para finalmente acariciar la red con un silbido que se escuchó hasta la estación de tren del pueblo vecino.

GGGOOOOOOOOOOLLLLLLLLLLL!!!!!!!!!!!!!!!! Pato gritó su gol como jamás escuché a nadie. Un grito seco, ahogado, lloroso, desangrado, un quejido contenido por años. Imaginénse, fue el gol de su vida. Un sueño que se hacía por fin realidad, y justo en la culminación de su carrera, en su despedida.


Creanme que el shock fue tal, que la hinchada de Atlético no pudo gritarlo. La gente estaba pasmada, atónita, estupefacta. Y adentro de la cancha también. Ningún compañero corrió a saludarlo para festejar con él. Pero a Pato no le importó. Como tampoco le importó que el gol se lo haya hecho a Javier, su primo, el arquero del Atlético... de su Atlético de toda la vida...


Cuentan que después de gritar su gol, Pato jamás pudo volver a hablar... Hoy, 20 años después de aquel episodio, aún se lo puede ver por los alrededores de la cancha repetir la mímica de aquella trágica --aunque exquisita, hay que reconocerlo-- jugada de gol. Tato es hoy el único que lo saluda: "chau P-p-pa-pa-pa-pa-t-t-ti-ti-t-t-to querido... y la reputísma madre que te remilparió".




Ricardo Podestá,
Madrid, 23 de abril de 2009.

El relato fue leído el 5 de julio en el programa de Alberto Arce de la Radio Villa María (www.radiovillamaria.com). Alberto Arce es periodista deportivo y jefe de redacción del diario el Puntal de Villa María.

Esto fue posible gracias a la propuesta y posterior mediación e intervención de Marcelo J. Silvera. Marcelo Silvera es periodista, escritor y artista (http://monitorinterior.blogspot.com/)

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